Todo salió ‘mal’ y nos llevó justo a la magia del no controlar. Encontramos el regalo en cada instante.
Todo comenzó con mi hijo que se levantó con dolor de garganta. Cuando eso sucede suelo preguntar si se ha tragado un enojo o algo sucedió o si sucedió algo que no expresó.
Me quedó viendo con una mirada rara y me dijo: ‘solo me duele la garganta.’
Ok, le dije y seguimos con el día.
Una hora después, aparentemente de la nada me dice:
Mamá, me enojé con mi tío y no lo dije. Cuando yo lo invito a hacer cosas y a cada rato me dice que no puede me hace sentir mal. Ayer me enojé mucho por eso.
Ahí está, le dije.
En los siguientes momentos compartí una técnica que aprendí en mi Diplomado de Vinculación que se llama proximidad.
La estructura de la frase de la proximidad va así:
Si tu haces X, yo me siento Y.
Entonces en este c...
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